Noticia

La presidencia de la Comisión Europea: artículo de David Cameron

El primer ministro ha escrito un artículo sobre la presidencia de la Comisión Europea.

Esto se publicó en 2010 to 2015 Conservative and Liberal Democrat coalition government

Para muchos ciudadanos europeos, el tema más interesante en estos momentos es quién se llevará la Copa del Mundial 2014. Tan solo una pequeña minoría seguirá el debate sobre la presidencia de la Comisión Europea. Pero este es un tema importante, porque está íntimamente ligado a la forma en la que la UE toma sus decisiones, a la necesidad de que se respeten sus normas, y a una relación adecuada entre las naciones de Europa y las instituciones de la UE.

Los votantes de toda Europa lanzaron un mensaje bien claro en estas últimas elecciones al Parlamento Europeo. Se sienten desilusionados por cómo funciona ahora Europa. Exigen un cambio, que la UE se centre en los problemas que les afectan a ellos: la competitividad, el crecimiento y el empleo. Y quieren que la UE les ayude, no que se limite a dar instrucciones. Esto ha quedado claro con el auge de los partidos antieuropeistas, el descenso de los que acuden a las urnas y el menor apoyo a los partidos políticos más importantes en el Parlamento Europeo.

La pregunta que hay que hacer a los líderes europeos ahora es: ¿Qué respuesta damos a este mensaje?

El resultado de las elecciones debería ser un toque de atención para los líderes de toda Europa. El futuro de la Unión Europea está en juego. O cambia, o acepta el avance de su declive.

La postura del Reino Unido está clara: queremos que la UE tenga éxito. Queremos defender los valores de la libertad y la democracia en todo el continente e incentivar la prosperidad. Esta es la tarea principal de la Unión Europea en el día de hoy. Y para eso, es necesario que la Unión Europea sea más abierta, flexible, competitiva y que mire más hacia el exterior. También es necesario que sus líderes sean audaces, que sean personas que estén dispuestas a prestar atención a las preocupaciones de sus votantes y a enfrentarse a los desafíos con los que Europa ha de lidiar.

Nuestro primer examen es la designación del próximo presidente de la Comisión Europea.

Los Tratados de la UE, ratificados por los parlamentos nacionales, establecen que son los jefes de Gobierno de la UE los que tienen que nominar al candidato que presidirá la Comisión Europea, aunque también han de “tener en cuenta” las elecciones europeas. Tras ello, los eurodiputados han de aprobar la elección en una votación secreta. El proceso es claro y, tras una negociación tortuosa sobre el equilibrio entre los estados nacionales y el Parlamento Europeo, quedó consagrado en el Tratado de Lisboa.

Pero determinados eurodiputados se han inventado un nuevo proceso, mediante el cual no solo van a elegir al candidato, sino también a aprobarlo. Cada uno de los principales partidos políticos eligió a sus respectivos candidatos, los denominados Spitzenkandidaten, durante las elecciones y entre bastidores hicieron un trato para, tras las mismas, unir sus fuerzas y apoyar al candidato del partido que obtuviera el mayor número de escaños. Esta idea nunca fue aprobada por el Consejo Europeo. No fue sometida a negociación en las instituciones europeas. Y nunca fue ratificada por los parlamentos nacionales.

Sin embargo, los defensores del Spitzenkandidaten sostienen que las elecciones ya han tenido lugar, que las gentes de Europa han elegido claramente a Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión, y que de alguna forma no sería muy democrático que los líderes nacionales votados en las urnas eligieran ahora a otro candidato.

No se trata de atacar al Sr. Juncker, un político europeo veterano y con dilatada experiencia, cuando decimos que todo esto es absurdo. La mayoría de los europeos no acudieron a votar en las elecciones al Parlamento Europeo. El número de votantes ha descendido en la mayoría de los Estados miembros. Y el nombre de Jean-Claude Juncker no constaba en ninguna de las papeletas. Ni siquiera en Alemania, donde más se habló en televisión del concepto del Spitzenkandidaten y tan solo el 15% de los votantes sabían siquiera que era un candidato. Tampoco visitó todos los Estados miembros. Los que votaron lo hicieron para elegir a sus diputados al Parlamento Europeo, no al presidente de la Comisión. El Sr. Juncker no se ha presentado como candidato en ningún sitio ni ha salido elegido por nadie.

Aceptar una afirmación de este tipo sería profundamente dañino para Europa y, lejos de reforzarla, minaría la legitimidad democrática de la UE.

El poder pasaría de los parlamentos al Parlamento Europeo sin la aprobación de los votantes. Impediría, de hecho, que un primer ministro o presidente en funciones pudieran estar jamás al frente de la Comisión Europea, limitando así de manera artificial el grupo de candidatos disponibles precisamente en un momento en el que la UE debería tener como propósito encontrar a las personas mejor preparadas.

Sería politizar la Comisión Europea. Un riesgo sobre el que ya dio la alarma Giscard d’Estaing cuando hace más de una década los Estados miembros rechazaron la propuesta de que los diputados al Parlamento Europeo fueran los que eligieran al presidente de la Comisión. Aviso entonces que esta decisión le dificultaría a la Comisión el “encarnar la imparcialidad y el bien común de la Unión”. Pondría en peligro la credibilidad de la Comisión en el ejercicio de sus poderes normativos y de resolución de conflictos. Y, lo que es más importante, daría luz verde a aquéllos que quieren infringir las normas de la UE por la puerta de atrás. Normas que han sido ratificadas por nuestros parlamentos nacionales y recogidas en las leyes internacionales. Ya se quiera más democracia directa en Europa o no, deberíamos poder ponernos de acuerdo en que en primer lugar tenemos que defender el derecho de base.

Muchos tienen profundas dudas sobre todo este enfoque, sobre la apropiación de poderes por la puerta de atrás. Y no deberíamos ceder en este asunto, ya que sabemos que sentaría un precedente peligroso para el futuro.

Debemos centrarnos en encontrar al mejor candidato a presidente de la Comisión. Alguien que pueda llevar a la UE por la senda de la reforma, que promueva el crecimiento y el empleo. Alguien que acepte que las necesidades de Europa quizá se resuelvan mejor mediante medidas ejecutadas a nivel nacional. Un intermediario honesto, en el que todo el mundo confíe, que consiga atraer de nuevo a los votantes europeos.

El Reino Unido tiene la reputación de luchar por sus intereses nacionales. Pero en esta ocasión se trata de luchar por los intereses de Europa. Eso es lo que estamos haciendo en estos momentos. Y los tres partidos políticos principales del Reino Unido están unidos respecto a este tema.

Ahora es cuando los líderes nacionales de Europa tienen que ser valientes para defender sus convicciones y su lugar en la UE, así como lo que es correcto para el futuro de la misma. Este es el momento de nominar a un candidato que sea capaz de convencer a los votantes europeos de que estamos tomando medidas para resolver sus problemas.

Los últimos acontecimientos nos recuerdan el precio que las naciones europeas han tenido que pagar en su lucha por la libertad y la democracia. Hemos llegado muy lejos en estas décadas pasadas, respetando nuestras diferencias, hablando para resolverlas, avanzando con paciencia tratado a tratado, independientemente de lo grande o pequeño que fuera nuestro país, actuando todos conforme al espíritu europeo. Y en estos momentos tan importantes para Europa, debemos continuar haciéndolo de esta manera.

Publicado 13 June 2014