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Una historia de fútbol: El último blog del Dr. Matthew Brown

¿Algo más de qué hablar? Reflexiones sobre la Copa del Mundo Brasil 2014 vista desde Quito

Esto fue publicado bajo el 2010 to 2015 Conservative and Liberal Democrat coalition government
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Photo: Andrea Durán

El mundial del 2014 fue mi principal tema de conversación durante el mes entero que duró el torneo. Eso, además del año anterior, que se formó de conferencias, seminarios, especulaciones de bar y café, más las redes sociales y sus tonterías, alrededor de los cuales armé mi vida. En Quito, el mundial fue una manera natural de abrir conversaciones con taxistas, guardias, limpiadores de calles, transeúntes y otros, con quienes la manera inglesa normal de abrir una conversación – con un comentario sobre el clima - solo suele licitar respuestas monosílabas.

Durante ese mes, la cuestión de la identidad nacional, las reflexiones agonizadas sobre los fracasos y éxitos de la selección ecuatoriana, chistes sobre los ingleses, y alegatos de incompetencia y corrupción dentro de la federación gobernante del fútbol en el país, se hicieron centrales en las conversaciones cotidianas. (El alegato más común fue que algunos de los jugadores de la selección debían parte de su presencia a los deseos de los directores de sus clubes, de compartir en las ganancias de las ventas que resultaran. No tengo evidencias para apoyar los rumores, pero vale la pena apuntar que es de creencia bastante común). La venta reciente de Enner Valencia al West Ham United ha licitado algo de orgullo, aunque también dio paso a lamentaciones sobre lo que Ecuador pudiera lograr, si sólo hubiera un sistema nacional efectivo de cazatalentos y entrenadores. Valencia solo empezó a jugar al más alto nivel en Ecuador cuando ya tenía 20 años, y su subida durante los últimos 18 meses, vía una temporada exitosa en Pachuca de México, ha sido meteórica.

Para el historiador, a veces no hay nada nuevo bajo el sol. El 15 de abril de 1928, el periódico “La Nación” opinó que:

El fútbol lo hacemos a duras penas, sobre carcomidas bases y, por mal cabo; sin entrenadores, solamente a lo que da la naturaleza e inteligencia de los equipiers. [Footnote: La Nación, 15 April 1928]

El semi-final entre Brasil y Alemania fue el mejor partido del torneo. Casi no lo vi. Calculé que los dos equipos estaban bastante parecidos - error - y que a lo mejor el partido llegaría al tiempo extra, como varios partidos de la ronda de los cuartos de finales. Como en Quito el partido empezó a las 3 de la tarde, decidí aprovechar lo más posible mis horas de trabajo, y quedarme a investigar en la Biblioteca Nacional hasta el medio tiempo por lo menos. Estaba metido en las páginas de “El Tiempo”, periódico de Guayaquil de 1900, y disfrutando mucho, y por eso a lo mejor no pensaba en claro. Al empezar el partido, se podía oír las palabras murmuradas del comentarista de radio, las cuales entraban por las particiones a la sala de lectura. Y era como que el anunciador iba gritando “goooooollll” durante los cuarenta y cinco minutos enteros.

Pudo confirmar la inmensidad de mi error, y me quite la máscara quirúrgica y los guantes de plástico, devolví el volumen al bibliotecario, y me fui para la casa. Solo llegué para el comienzo del segundo tiempo gracias a un taxista que también había calculado mal el resultado del partido. No hubo otros carros en las calles.

El final fue la otra cara de la moneda. Habíamos pasado el fin de semana en Bellavista, un lindo “lodge” en el bosque nublado que tiene docenas de colibrís y un olinguito, un especie recién identificado. Entonces el domingo por la tarde me senté con un grupo curioso de administradores y guías ecuatorianos, una familia de turistas danesas y una alemana aficionada de los aves, que por mala suerte (y muy mala planificación) tenía que salir para coger un avión al medio tiempo. Los ecuatorianos y ingleses gritamos por Argentina, y los daneses, por Alemania.

Mientras el segundo tiempo se colapsaba hacia el tiempo extra inevitable, salimos a jugar al fútbol en una cancha pequeña improvisada. Los colibrís nos miraban. Cuando faltaban diez minutos en el Maracaná, una patada demasiado entusiasta metió la pelota al bosque, perdido entre los árboles. Regresamos a la pantalla, y recién sentados vimos el precioso gol de Mario Götze. En fin, nos pusimos de acuerdo que ganó el mejor equipo.

Se acabó el mundial. Sigo en Quito con mis investigaciones históricas sobre los orígenes de los deportes modernos en el Ecuador entre 1880 y 1920. He encontrado fuentes que contradicen mucho de lo que creía sobre el tema antes de llegar. He aprendido mucho sobre las actitudes históricas hacia las corridas de toros, y la violencia pública en general, y como el deporte y los espectáculos nacionales se formaban por las violencias políticas, las revoluciones, los debates y las rebeliones que puntuaban este periodo de historia ecuatoriana. He pasado mucho tiempo en las fuentes de la Compañía de Jesús, los jesuitas, cuyos estudiantes en Quito y Riobamba jugaban al fútbol en los patios de sus colegios en los 1910, y tal vez antes.

En la mañana en que escribí este blog, tuve una larga conversación con René, quien hasta un par de años trabajaba como guía turista en Tena (en el Oriente ecuatoriana, parte de la Amazonia). Cree René que el fútbol es el opio del pueblo, que desvía la atención del publico lejos de los temas que si importan. René vino a Quito porque la construcción de carreteras en la selva había restringido, y luego eliminado, la biodiversidad de la región. Los pocos turistas que le llegaban, no tenían nada que ver. Sin opción de seguir su carrera, regresó a Quito a trabajar de taxista, lleno de furia de la manera en que sacrificamos unos recursos naturales - los animales, plantas, ecosistemas - en el nombre de otro - el petróleo, y la riqueza y expansión que quiere traer. Durante una hora, atrapado en el tráfico, esperando en la Avenida Occidental tras uno de los muchos accidentes diarios, con René debatí los pros y los contras de la expansión petrolera que está comiendo la vida, poco a poco, de la Amazonía ecuatoriana, y particularmente el Parque Nacional Yasuní.

¿Cómo, nos preguntamos, pueden ser humanos de otros lugares, creer que tengan el derecho de exterminar la biodiversidad de esta región, con la cual los que han vivido allí durante generaciones han aprendido a coexistir? ¿Pero a la vez, se podría imaginar que un gobierno, de cualquier partido u ideología, no rendirse antes las promesas de riqueza tan necesitada por un país tan desigual, y en partes tan pobre? Cuando nos tocó irnos por los caminos propios, nos despedimos de acuerdo que los prospectos por la supervivencia de las especies que viven en la selva no parecen muy buenos. Y no compartimos ni una palabra del fútbol.

Dr Matthew es historiador y profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Bristol en Inglaterra, y autor de “From Frontiers to Football: An Alternative History of Latin America since 1800” (Reaktion, 2014). @mateobrown.

Publicado 1 August 2014